martes, 29 de julio de 2008

Escribientes

Esta fotografía la tomé en Ankara hace cosa de tres o cuatro años. Me llamó la atención el comprobar que todavía tienen vigencia en algunos lugares ocupaciones que nosotros habíamos ya olvidado o dado por perdidas. El oficio de escribiente como lo vi aquél día, y muy parecido a como siempre lo había imaginado, tiene para mí un regusto entre dulce y amargo, como el de aquellos sobres cerrados que nos esperaban antaño en el buzón, cuando no había correo electrónico y el teléfono era algo muy caro, en ocasiones con buenas noticias y en otras con alguna desgracia.

Siempre me ha parecido que este oficio, el de escribiente, requiere de una gran paciencia y de un saber escuchar y entender muy particular: algo muy dificil de encajar en sociedades como la nuestra. En ocasiones, les vi servir un vaso de té a sus cliente mientras les atienden y dialogan con ellos, conocen los motivos que les han llevado a recurrir a sus servicios y el tipo escrito que necesitan. Es muy importante conocer todos los detalles antes de pulsar una sola tecla en su máquina.

"Es a mi madre a quién deseo enviar una carta. Vive en Pasinler y quiero que sepa que estoy bien, y que si Dios lo permite le enviaré dinero muy pronto"

"Necesito saber si mis tíos estan todavía dispuestos a recibirme en su casa de Aksaray, pues me dijeron que si no me iba bien por aquí, que fuera allá, que ellos siempre me darán cama y trabajo. Hace mucho de eso, y no se si todavía estarán dispuestos a ayudarme"

"Pronto encontraré aquí un buen trabajo, y entonces iré a buscar a mi novia para casarnos y traerla aquí. Quiero mandarle esta foto..."

"Estoy preocupado por la salud de mis padres y quiero enviar un dinero al doctor de Nazili, mi pueblo, para que no les falte de nada..."

"Me entregaron ayer esta carta y no entiendo lo que se dice en ella. Me la ha enviado el gobierno o el ayuntamiento, no lo sé...."

El escribiente escucha atentamente a cada uno de sus interlocutores al otro lado de la mesa. Esta acostumbrado a que le abran en pocas palabras todo un mundo de afectos, recuerdos y preocupaciones. Sabe como actuar en cada momento, y dar a cada uno el consejo, la lectura o el texto que necesitan.

Después, cuando el día haya caído y nadie se detenga ante su mesa, el escribiente recogerá sus bártulos y en silencio se marchará hacia su casa, sin haber escrito en ningún momento una palabra sobre sí mismo, o ¿quien sabe?: quizá lo hayan hecho un poco en todas y cada una de las cartas que le han encargado.

11 comentarios:

Isabel Barceló Chico dijo...

Muy bello, querido amigo. Quizá sea un oficio que requiera tanta habilidad en la escritura como en el corazón. Me ha gustado mucho cómo lo has planteado. Y, pensándolo bien, creo que yo hubiera sido una escribiente feliz. Besos.

Anónimo dijo...

Yo he sido "escribiente intruso" y además gratuito. Una vez en una oficina de correos una señora me pidió que le escribiera la dirección en un impreso de certificado. Recuerdo la forma de mirarme, una mezcla de pena y vergüenza.

Freia dijo...

Ahora ya sé lo que sienten los adictos a alguna droga dura cuando vuelven a recaer y se olvidan, por un momento, del largo y doloroso mono. (jeje)
Un placer reencontrate Charles

Vailima dijo...

No entiendo. ¿Desde cuándo tienes esta casa desconocida para mí?
me siento avergonzada, aquí veo a los amigos y yo sin enterarme.
A pesar de todo y cómo no, un abrazo, Charles.

Charles de Batz dijo...

Yo también siento, Isabel, que hubiera sido con gusto un atento traductor a la palabra escrita de los sentimientos de todas aquellas personas. En cierta manera esa es la esencia de la vida, de todo lo que tiene que ver con lo que realmente ocupa el corazón humano.

Además, puedo decir que, como cuenta Salamandra, a mí también me tocó una de esas, con ese mismo sentimiento que entremezcla el pudor y la verguenza, cuando una señora mayor me pidió que le leyera una carta que acababa de recibir.

En placer es mutuo, querida y -como ya te he dicho en otra parte- zalamera Freia. Con todo el egoísmo del mundo, espero que te dure esta adicción.

Nada de avergonzarse, Vailima, !por favor!. Si no has sabido nada de este cuaderno es porque yo mismo lo he iniciado sin darle demasiada importancia, movido únicamente por mi incapacidad de dejar de escribir de vez en cuando alguna que otra vagatela de las que teneis aquí mismo. Lo realmente importante para mí es que vosotros sigáis con vuestros propios cuadernos.

Gracias por vuestra visita

Salud

Anónimo dijo...

Buenas noches Charles, se te lee muy bien, (excepto el latinajo del ponopoli),
El título imponente, con acento de asaltante filibustero de cuentos a luz de la lumbre, y con un suave susurro evocador de la favorita del califa, diciéndole a su rendido exclavo:
- Mañana habrá otra noche, y otro sueño si tus oídos están prestos...

Gracias por tu vuelta Charles.

Charles de Batz dijo...

Gracias a vosotros, querida Anarkasis, por seguir ahí. Sin ello, ni la gavilla que aguarda impaciente en una venta a la vuelta del camino, tendría ilusión por la bolsa de los señoritos que viajan por ahí en calesa, ni mucho menos por los galantes favores de sus bellas acompañantes. ¿Para que hacerlo si luego no pueden contarlo?

Salud

Leodegundia dijo...

Hoy conocí esta nueva casa tuya de la que no sabía nada y te puedo decir que lo que en ella leí me gustó mucho, así que voy a ponerla en favoritos para visitarla tantas veces como pueda.
Un abrazo

Medea dijo...

Ha vuelto! anda! y yo sin enterarme porque hacía "visita directa al otro espacio"!

Que cosas..

Re-bienvenido escribiente.

Charles de Batz dijo...

Celebro que te haya gustado lo que has visto, Leo, y por supuesto yo quedo encantado de recibir tu visita.

!Que cosas, Medea!: no he podido resistirme a dejar alguna que otra cosa en la blogsfera, aunuqe sea en otro lugar, que es éste, por los motivos que ya os expuse en la despedida del anterior. Supongo que ya que lo he hecho, seguiré por aquí bastante tiempo, aunque mi intención es tomarmelo con más calma, por lo menos mientras espero novedades en esas dos cosas que siguen en el mismo punto que cuando me despedí. No es mala señal.

Un saludo y gracias por vuestra visita.

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Qué bueno, Charles, no sabía que existían todavía. Me recuerda a la maravillosa película Estación Central de Brasil.

Yo he sido escribiente para amigos que se bloqueaban al intentar expresar sus sentimientos de amor. Con buenos resultados y alguna situación embarazosa. ;-)

Y ahora ¿no somos escribientes de los personajes que nos vienen?

Saludos.

Geoclock


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