viernes, 13 de mayo de 2011

Marie Solitude

- Se llamaba “Le Mont Saint-Michel” y navegaba hacia América. No se a dónde exactamente, ni con quién iba yo. Sólo que la misma noche del naufragio me encontraron en la orilla norte de l’íle de la comtesse.

- Te encontró el abuelo...

- Sí, el abuelo… Fue la primera cara que ví cuando desperté de aquél extraño sueño. Me cogió entre sus brazos, y dirigiéndome unas palabras tranquilizadoras que entonces no entendía, me llevó a su casa junto a la abuela y mis hermanos.

- ¿Y nadie pudo dar razón de la lengua que hablabas?

- Nadie, ni siquiera el maestro…

Marie colocó, como hacía todas las semanas, una postal en la orilla del mar, sujeta por una pequeña piedra para que no se la llevara el primer golpe de brisa.

- ¿Entonces, mamá, no recuerdas nada de lo que hubo antes?

- Nada.

- ¿Ni siquiera una imagen, un sonido… algo?

- De todo aquello creo que sólo conservo una sensación.

- ¿Cuál?

Las primeras aguas de la tarde rebasaron la orilla, volcando sobre sí misma aquella postal cubierta de sales y espumas, donde una hermosa y cuidada letra decía:

“Estoy aquí”

Marie


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