miércoles, 5 de enero de 2011

Hago memoria

Pamplona. Plaza del Castillo. Suena “Walk on the wild side” de Lou Reed en la megafonía de una de las casetas del mercado navideño. Es la mañana del eclipse. Un fresco fin de amanecer adorna el cielo acompañado de una pálida luz azulada, que parece querer rebotar en las baldosas del suelo, enhebrandose por entre el verde y marrón de los árboles que me rodean. Sentado en un banco, interrumpo una lectura acerca de Alonso de Salazar y Frías para tomar estas notas.

¿Te acuerdas de mí? -. Ayer recibí un sms con esa pregunta acompañada de la fotografía de una talla en madera de un monaguillo postulante. Como no. Claro que me acuerdo, amigo Josan. A pesar del tiempo pasado, no me ha costado nada volver allá y recuperar ese recuerdo con todo el color, sabor y textura con el que fue depositado en mi memoria.

Bastaba con una imagen, o unas pocas palabras, para revivir aquellos primeros años de lo que entonces llamábamos la EGB. Eran tiempos aquellos de misa y confesión semanal –y todos los primeros viernes de mes-, de curas de maneras trabucaires dirigiendo las aulas, y un temor supersticioso por la legión de peligros que acechaban a nuestras débiles e inocentes almas.

Es difícil imaginar lo que no se ha vivido, y más aún evocarlo para quien lo ha hecho. Por eso, me resulta sumamente complicado reflejar sobre el blanco del papel al que ahora me enfrento, todos y cada uno de esos cientos de miles de segundos que agradecíamos haber perdido sin recibir un solo golpe, puñetazo o tirón de orejas, acompañado de comentarios llenos de odio y rencor, carentes de cualquier sutilidad.

Y es aquí donde entra en escena el pobre y eterno postulante. Semejante método pedagógico impartido por aquellos santos hombres no podía tener otro resultado que el de hacernos creer a nosotros, cerebros tiernos y poco formados, que eran esas las reglas universales que regían las relaciones de cualquiera de nosotros con nuestro entorno: el garrotazo y tente tieso.

Así pues, nos acostumbramos a devolver de la misma manera todo lo que recibíamos, y si era un golpe a mano abierta lo que nos llevábamos, corríamos cuando saliamos de clase a la parroquia del centro de la ciudad, y colocándonos uno detrás de otro frente a la talla del tal monaguillo, le íbamos devolviendo uno a uno, y con sonora brutalidad, lo que nos habían dado.

Como no me voy a acordar de ti…

Hace ya un tiempo que ha dejado de sonar “Walk on the wild side”. Tengo los pies fríos y poco más que contar. Años después, hemos vuelto en varias ocasiones a aquél lugar, imagino que en parte queriendo redimirnos de aquél pasado de brutalidad. Religiosamente depositamos unas monedas en la urna que mantiene entre sus manos, y recordamos aquellos viejos y lejanos tiempos.

Decía Renan que no se debería escribir mas que acerca de aquello a lo que amamos. Que el olvido y el silencio son el castigo que damos a todo aquello que nos resulta triste o desagradable en nuestro camino a lo largo de la vida. Pero para mí que la memoria hace sus trampas y, de mismo modo que la luz azulada de esta mañana se entremezclaba con el verde y marrón de los árboles, los oscuros rincones en los que habitan algunos de nuestros recuerdos van iluminándose con el paso del tiempo hasta quedar velados por un manto de tal claridad que apenas puede distinguirse en ellos forma alguna.

Termino. Si comenzaba hablando de música, acabaré del mismo modo y recordando una vez más.

Un amanecer de hace apenas dos semanas, me despedía de Saint Malo desde lo alto de sus murallas. Todavía no había amanecido, y al silencio del momento sólo acompañaba el batir de aquellas aguas contra las paredes de la ciudad, produciendo un sonido tan fuerte y hueco que parecía ir dirigido a lo más profundo de nuestros sentidos. Frente a mí, rodeada por el mar, la isla de Grand-Bé, donde yace desde hace más de siglo y medio el cuerpo de un escritor que quiso descansar para la eternidad frente a aquél inmenso océano. “Un gran escritor francés ha querido reposar aquí, para no escuchar otra cosa que el mar y el viento”- dice una lápida que hay frente a su tumba.

Y pensando en todo esto, mientras tomaba una última imagen del momento, di en pensar que compartía con él ese deseo, porque en cierta manera, ese es el tipo de silencio –y de soledad-, que mejor sabe calmar las inquietudes de nuestro espíritu.

5 comentarios:

Leodegundia dijo...

¡Pobre monaguillo postulante! el cargó con las frustraciones de unos niños que no comprendían la forma de actuar de los mayores que se suponía tenían que educarles.

Yo no creo que se deba de escribir solamente de lo que se ama, escribir sobre lo que duele es como tratar una herida, ponerla al sol para intentar curarla y así purificar los recuerdos y mitigar el dolor.

Me gustó conocer ese trocito de tu memoria que quisiste compartir con nosotros y escuchar el sonido del viento y del mar como despedida

Un abrazo.

Charles de Batz dijo...

Así es, querida Leo, esto de la escritura sirve en cierta manera de terapia, como medio de curar las heridas que pueden producirnos los recuerdos.

Al pobre monaguillo, le toco formar parte de esa cadena de despropósitos tan frecuenten situaciones tan irracionales.

Muchas gracias por tu visita, querida amiga, y gracias sobre todo por estar ahí.

Salud

arte erotico dijo...

Como maravillosamente describes, estos comepecaos, son perfectos para descargar la frustración de las injusticias.
Respecto al mausoleo le encuentro un solo problema,
Las cagada de las gaviotas, que no hay Chateau que las aguante

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Esa violencia soterrada o desatada, en esa amenaza continua se fraguó mi EGB. Nunca tuve un postulante cercano que me hiciera de chivo expiatorio, una pena.

Me alegra tanto tu regreso, ahora que estoy un tanto alejado de este mundillo.

Un abrazo.

Charles de Batz dijo...

Pues hubo suerte, Anarkasis, y de las gaviotas, a parte de su áspero graznido en el cielo y la sombra de su vuelo deslizándose de un lado para otro, nada dejaban que diera testimonio de su existencia por ese lugar de la costa.

Creo, Goathemala, que para los que pertenecemos a determinadas generaciones, ese tipo de recuerdos son lamentablemente bastante frecuentes... Lamento que no tuvieras un postulante de esos a mano, el pobre sirvió de desahogo para más de una rabia contenida.

Sobra decir, queridos Anarkasis y Goathemala la profunda alegría que me ha producido volver a veros por aquí.

Salud y espero, Goathemala, que como en mi caso, ese alejamiento de la blogsfera sea temporal.

Salud

Geoclock


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