jueves, 11 de febrero de 2010

Vida del Padre Domingo Muñoz I

Cuentan de él que era hombre de carácter reservado, de esos que conservan los pensamientos muy guardados en lo más profundo de su ser. Sus feligreses, los de aquella parroquia de Quito de la primera mitad del siglo XIX, le tenían por persona honesta, seria y de confianza. Era alguien en quien los secretos de confesionario morían una vez revelados. También era conocido por su peculiar manera de predicar, pues su extremada timidez hacía que sus palabras resbalaran de continuo por el paladar, provocándose tal tartamudeo que a buen seguro en más de una ocasión su fieles debieron armarse de gran paciencia para seguir el hilo de la prédica.

En fin, que todo apuntaba a considerar que el Padre Domingo Muñoz era un buen hombre, un casi santo de mirar huidizo, pero firme en las cosas de velar por la rectitud de su rebaño.

Sin embargo, el párroco tenía un secreto.

Wanda era una mujer muy conocida en Quito por su llamativa belleza. Al ser de origen ruso, lo cual resultaba muy exótico en aquellas latitudes, sus palabras resultaban adornadas de un curioso acento que en nada dejaba indiferente a quien la escuchaba. Era una mujer de mirada firme, alta de estatura y con una espléndida figura que se veía realzada por su larga y rubia cabellera.

Nadie sospechaba que, más allá de la habitual relación entre un párroco y su feligresa, hubiera algo entre ellos. Pero cuando el acaudalado “protector” de aquella murió en extrañas circunstancias, las autoridades abrieron una investigación que después de muchas pesquisas, dio en concluir que ambos eran amantes, y habían planeado y ejecutado el asesinato del difunto.

A Domingo lo encerraron en prisión y Wanda, que estuvo más avisada, logró huir a Colombia. En circunstancias diferentes, el párroco hubiera pasado unos meses en la cárcel esperando a ser ejecutado, pero en aquél entonces, tiempos de rebeliones y pronunciamientos, las cosas fueron muy diferentes: las tropas independentistas de Bolivar se acercaban a la ciudad, y todas las autoridades huyeron en desbandada. Como es habitual es casos como este, se saquearon palacios, edificios oficiales e incluso iglesias. Quito quedó absolutamente desgobernada, y en medio de aquél caos, alguien liberó a los prisioneros.

Lo último que sabemos de Domingo Muñoz en esta primera parte de su vida, es que aprovechó la ocasión y huyó bien lejos, a Colombia exactamente, antes de que el orden se restableciera, y a alguien se le ocurriera hacerle volver a la prisión para ejecutar su condena.

En destino le esperaba Wanda, con quien iba a compartir desde entonces una vida tan singular como inesperada.


8 comentarios:

Vere dijo...

Siempre merece la pena esperarte. Me tienes en ascuas.

Isabel Barceló Chico dijo...

Espectacular comienzo, querido amigo, que nos deja con la intriga de qué harán o a qué se dedicará esta singular pareja. Desde luego, los curas son una caja de sorpresas. Besos.

Charles de Batz dijo...

Gracias queridos amigos, espero ofreceros pronto la segunda parte. Es un placer contar con vuestra visita. Muchas gracias.

Salud

anarkasis dijo...

estos que no las pian son los peores.
Te pones una falda con raja al azul profundo y los oyes rebuznar de forma pía.
-questttbbuenasqestasssAAAAMEN
- ¿decía usted?
- que CAAAARmen ¿qué dónde está?
- En el cielo padre, en el cielo, debe estar, escuchándole como reza

RosaMaría dijo...

Los designios de Dios son infinitos... y estaban destinados a estar unidos. ¿Seguirá la historia? Aunque imagino que el hombre seguirá igual de bueno, tímido y tartamudo pero muy feliz.

Charles de Batz dijo...

Pronto veremos por donde nos sale el bueno de Domingo...
Gracias por vuestra visita

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Aquí estoy de nuevo amigo. Hace un par de días descubrí la entrada pero carecí de tiempo para leerla.

Veamos como se desarrolla la historia y, esta vez, además de por la tan necesaria salud brindemos por la supresión del celibato.

Un abrazo.

Hoteles Santa Marta dijo...

Muy buena introducción, nos dejaste por un tiempo con la intriga pero valió la pena.

Geoclock


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