jueves, 23 de julio de 2009

Maat

Era el final de una tarde verano de un día como el de hoy. El sol pasaba ya bajo, dejando sobre aquel lugar un hermoso tono dorado que invitaba a nuestros sentidos a dejarse abandonar en una placentera indolencia. Tumbados en silencio en un pequeño prado a orillas del Carrión, sólo nos ocupábamos en escuchar al agua del río moviéndose con frescura, y empujando de vez en cuando a algún canto que en su fondo había perdido un equilibrio que quizá llevaba manteniendo desde hacía décadas.

A un lado la brisa, que corría por el cauce sobre las aguas, agitaba suavemente un juncal haciendo un efecto muy agradable que a nosotros se nos antojaba casi sobrenatural.

- Maaaaaat- exclamábamos los dos en tono divertido cada vez que esto ocurría.

Aquél día, como todos, lo habíamos pasado rondando por el pueblo, saltando zanjas, corriendo dehesas y huyendo de más de un paisano que maldecía la mala fama que el Martinico y el forastero se habían forjado a base de merodear gallineros y huertos ajenos. A los catorce años, aquello parecía cosa obligada y no íbamos a ser nosotros quienes abandonaran tan arraigada tradición. Cuando ya dimos por terminada nuestra importante labor o, mejor dicho, la ganas de hacerla, decidimos acabar el día en uno de nuestros lugares favoritos: a la salida del pueblo, en un pequeño prado junto al puente a orillas del río.

Un tío de mi amigo Martín, nos había dado para que nos entretuviéramos un libro: “Mitología Egipcia en mil palabras”, perteneciente a una colección de bolsillo de alguna popularidad por aquél entonces. Ahí encontramos, en muy pocas palabras claro está, a Maat con sus alas extendidas cubriendo el universo, mientras rige el orden y el equilibrio del cosmos, y toma parte en la pesada de almas. Este detalle fue el que terminó por atraernos hacia aquella extraña diosa.

- Maaaaaat- la brisa volvió a envolver los juncos con su vuelo.

Aburridos del silencio, del murmullo de las aguas, y del rumor del juncal, nuestros pensamientos abandonaron por un momento a la divinidad, para dedicarse a cuestiones más banales. Con las cortezas de unos árboles próximos nos hicimos unas pequeñas embarcaciones, aparejando cada uno la suya como mejor le parecía. Hecho esto, nos acercamos a la orilla y las lanzamos a la vez al agua. Quedamos de pie, en silencio, observándolas acercarse a los ojos del puente arrastradas suavemente por la corriente.

Cuando ya casi estaban llegando bajo él, corrimos hacia el puente, con tiempo para para verlos entrar casi a la vez, justo por debajo de nosotros. Al poco, asomó por otro lado sólo uno de los barcos: el mío. Luego continuó su navegación alejándose de nosotros a veces golpeándose contra una roca, y otras saliendo de nuevo a flote tras hundirse en un remolino.

Martín seguía con la vista fija en los ojos del puente, esperando ver aparecer a su barco, pero nada. Finalmente, me miró y se encogió de hombros sonriendo.

- Bueno, me tengo que ir, hoy vienen mis abuelos y mis padres quieren que esté pronto en. Casa.

- Si -le respondí-, yo también me voy que mañana volvemos a casa, y me han dicho que hoy no falte a cenar para acostarnos pronto.

- Entonces, hasta el año que viene... ¿vendrás, verdad?

- Eso espero, mis padres han dicho que si.

Marchó, y yo me quedé un rato más, apoyado al petril de puente mirando a lo lejos, como buscando donde había ido a perderse mi barco. Nada, por mucho que apretaba la mirada y la hilvanaba por entre las ramas, troncos y rocas que se bañaban en el río, no había manera de dar con él.

- !Charles!- me grito mi amigo mientras se alejaba.

- !Que!

- !Maaaaaaaaaat!- gritó alargando interminablemente la “a” mientras alzaba la mano despidiendose de mi.

- !Maaaaaaaaaat!- le respondí.

Y aquella fue la última vez que le vi.


8 comentarios:

Pedro J. Sabalete Gil dijo...

Me sucede, en esta ocasión, como tantas otras al leerte, que no discierno la línea divisoria entre la realidad y la ficción. ¿Acaso importa?

Creo que la delicada y fresca entrada oculta un suceso trágico que sólo la última línea aventura.

Somos tan similares los humanos cuando somos niños que resulta imposible no identificarse con el texto. Y nos hacemos tan diferentes de adultos. Esa ya es otra historia, querido amigo.

Que percibas la suave brisa de Maat estas vacaciones, tan nuevas y únicas junto a tu crío.

Un abrazo.

anarkasis dijo...

Si no fuera por la pluma que porta en la cabeza hubiera jurado por Maat, que tiene más de Nejbet, y por Maat no se jura en falso, pero fuera quien fuera el artista que las mezcló antaño, bien salvas la introducción mezclando ahora una hermosa historia de verano.
igual Martín te vuelve a saludar quien sabe

Vere dijo...

Un relato redondo que como toda buena narración insinúa mucho más de lo que cuenta.
Un abrazo Charles.

Isabel Barceló Chico dijo...

Coincido con goathemala en la universalidad de tu texto y en esa impresión que nos deja al final, y que de algún modo venía ya preanunciada en ese barquito de caña que no llega a salir al otro lado del ojo del puente, como una premonición. Tu delicadeza es exquisita, querido amigo, comparable a tu gran inteligencia narrativa. Un abrazo muy fuerte.

Charles de Batz dijo...

Si que van a ser nuevas y únicas estas vacaciones, amigo Goathemala. No llegan, les cuesta, pero bueno, así tendremos más tiempo para organizarnos, que imagino que será todo un alarde de logística.

Quizá sean esas circunstancias de las que hablaba Ortega, las que nos hacen tan diferentes a medida que el tiempo va pasando, a pesar de que -como acertadamente apuntas- cuando somos niños parecemos mucho más similares.

Creo que Nejbet es mucho más mutable: lo mismo es un buitre en ritos primigenios, que una gran vaca blanca o se la confunde con la pendenciera Sejmet. Seguramente, si querida Anarkasis, nosotros mismos tenemos mucho de Nejbet. Me gustaría escribir sobre ello algún día.

A pesar de todo, amigo Vere, no consigo economizar más, reducir un poco los textos llegando a contar lo mismo. !Que se le va a hacer!.

Gracias por tus palabras, querida Isabel. Efectivamente, creo que con las variantes y condicionamientos que hay en las vidas de cada uno de nosotros, esta es una historia que perfectamente nos ha podido ocurrir a todos nosotros.

Muchas gracias a los cuatro por vuestra visita y los comentarios. Un fuerte abrazo

Salud

Herri dijo...

Qué fácil y qué difícil a la vez, despedirse cuando se tiene toda la vida por delante.
Un magnífico relato que en tu pluma se me hace precioso.
Y no, no se puede decir más con menos palabras.

Un fuerte abrazo Charles.

Golem dijo...

Me cuesta añadir nada más a tu hermoso relato y a los comentarios anteriores.

Un abrazo y buenas vacaciones.

Charles de Batz dijo...

Las despedidas son siempre algo difícil de afrontar, amigo Herri, sin embargo nos queda el consuelo del regreso, aunque nunca tengamos la seguridad de que vuelva a ocurrir. Algo de eso es lo que pasó.

Sigo empeñado en reducir la extensión de mis textos, aunque a la hora de la verdad nunca soy capaz.

Cada vez me queda menos para irme de vacaciones, Fab, aunque todavía me quedan algo más de dos semanas. Eso si, espero disfrutarlas en tranquilidad y buenas lecturas. Para ello, por supuesto, tomo buena nota de las recomendaciones que nos haces en tu cuaderno.

Muchas gracias a los dos por vuestras palabras y la visita.

Salud

Geoclock


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